Cuando era pequeña, no teníamos demasiados referentes femeninos, las mujeres de “éxito” o eran ‘esposas de’ o eran actrices o cantantes… Afortunadamente, a día de hoy, empieza a ser diferente. Es muy importante que los niños y niñas tengan referentes en todos los ámbitos, que vean representado en otras personas aquello que quieren llegar a ser y que se puedan inspirar en ellos. Por eso, hacen falta mujeres referentes; no quiero decir que no las haya, al contrario, sé que están ahí, quiero decir que las tenemos que nombrar y ¡situarlas en el lugar que se merecen!
Si tomamos de ejemplo el mundo del deporte, las niñas de hoy tienen en quien reflejarse. Las que sueñan con ser grandes deportistas admiran mujeres como Alèxia Putellas, futbolista del F.C. Barcelona y premiada con los galardones más importantes, o Queralt Castellet en los deportes de invierno, flamante medalla de plata en su especialidad en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, entre otras. Pero hay más: la política es otro de los ámbitos en el que empezamos a ver mujeres referentes. Nos estamos acostumbrando a verlas al frente de gobiernos, como Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda y referente en la gestión de la pandemia de la COVID-19, o Sanna Marin, primera ministra de Finlandia. Por suerte también oímos hablar de ingenieras, empresarias, escritoras, etc. Este es el camino y no se puede parar aquí: las niñas de hoy en día, como los niños, deben tener referentes en todos los campos profesionales.
En mi caso, tengo dos referentes femeninos que me inspiran y me emocionan. Cuando los diga, pensarás que están en las antípodas una de la otra, pero, para mí, encarnan los papeles de alumna y profesora ideales. La primera es Malala Yousafzai, la mujer más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz, cuando solo tenía 17 años, por su lucha encarecida a favor de la educación de las mujeres y los derechos civiles; la segunda, Carme Cervelló, mi profesora de francés, que ha hecho de la docencia el centro de su universo.
Empiezo por Malala. Nació en 1997 en Mingora, un pueblo del Pakistán, y con 12 años empezó a explicar cómo era su vida bajo el régimen talibán. Lo hacía en un blog de la BBC y bajo un pseudónimo; en él, explicó que habían prohibido a las niñas ir a la escuela y se convirtió en activista para defender su acceso a la educación. Sufrió un intento de asesinato a los 15 años, pero ni tan siquiera eso hizo que se alejara de su objetivo: luchar para defender los derechos civiles de todas las mujeres del mundo. Te invito a seguir su trabajo en Fundación Malala. Para mí, Malala es el mejor ejemplo de una alumna que valora la educación y el aprendizaje como una herramienta hacia la libertad personal, bandera que la ha llegado a poner en peligro de muerte.
Por otro lado, quiero hablar de Carme Cervelló, que fue mi profesora de francés. De pequeña, yo quería aprender alemán, pero mi padre me dijo que no podría hacerlo hasta que aprendiera francés. Así pues, con toda la desgana del mundo, empecé a aprender una lengua impuesta. Sin embargo, para mi sorpresa e inspiración, tuve la suerte de encontrar un ángel que enseñaba francés con una pasión desbordante. Carme era una mujer de mucho carácter, pero con un amor desbocado por la lengua francesa y una entrega más allá del aula hacia sus alumnos. Lo más importante para ella era que sus alumnos aprendieran y siempre nos exigía el máximo, porque genuinamente quería lo mejor para sus éleves (‘alumnos’ en francés). Nuestro éxito, el de sus alumnos, era su propio éxito. Carme Cervelló ha vivido para enseñar francés, entregando su vida a aquellos que han pasado por su aula (la había llegado a ver corrigiendo las redacciones que nos mandaba hacer cada semana mientras comía). La recuerdo y la recordaré siempre porque es una persona que llevo en el corazón y porque un docente no puede ser importante para ti si tú no lo eres para él; sin duda, Carme me hacía sentir que mi progreso y, en consecuencia, yo misma éramos importantes para ella. Años después, fue la primera persona que me dio la oportunidad de ejercer de profesora de inglés en su escuela; de ella aprendí qué era el esfuerzo, la dedicación absoluta, el compromiso con aquellas familias que te confían sus hijos y con los alumnos que invierten su tiempo, limitado, para aprender contigo. Solo tengo palabras de agradecimiento para ella, tanto de mi época de estudiante como de docente en su centro. Y por si te lo preguntas… Sí, años más tarde empecé a aprender alemán.
Malala y Carme representan la importancia de aprender y de enseñar, por lo tanto, simbolizan el alumnado y los docentes. Cuando se encuentran y coinciden dos personas así, una con una gran motivación para aprender y otra con una gran motivación para enseñar, es cuando se produce la magia. Para mí son dos mujeres mágicas: Malala, que arriesgaba su vida por aprender y que consigue hacer reflexionar a niños y jóvenes que no valoran la educación o que la dan por sentada, y Carme, quien ha vivido para enseñar y que inspira a todos los que tenemos el privilegio y la responsabilidad de enseñar y educar.
Te toca a ti. ¡Explícanos quién es la mujer que más te ha marcado en la vida!