Cuando de pequeña me preguntaban qué quería ser de mayor, convertirme en profesora no había sido nunca mi primera opción. Pero hoy, 5 de octubre, con motivo del día internacional del docente, me gustaría recordar por qué en un momento dado de mi vida hice esta elección. No hace falta decir que, en toda historia que habla de vocación, suele haber un ingrediente en común: un(a) profesor(a). ¿Cuántas veces hemos aprendido a querer una asignatura porque el profesor que la imparte desborda pasión y nos contagia el gusto para seguir profundizando más?
¿Qué diferencia a un profesor correcto de un profesor excepcional? Los profesores extraordinarios son capaces de activar una palanca que despierta en sus alumnos el interés y el gusto por aprender. Este tipo de profesores cocinan sus clases con una fórmula magistral, una receta ganadora que conecta con las necesidades intrínsecas de sus alumnos. Pero, ¿cuáles son estos ingredientes intangibles que hacen que estos profesores brillen? Aquí tienes 7 características que creo que los hacen únicos:
- AMOR. Aman lo que hacen: enseñar.
- PASIÓN. Les apasiona la asignatura que imparten, tanto que en ocasiones piensas que han convertido su hobby en su trabajo.
- RESPETO. Se toman muy seriamente su trabajo y al hacerlo demuestran un gran respeto por sus alumnos.
- FE. Creen firmemente en sus estudiantes.
- NO PREJUICIO. No se dejan influir por los juicios que puedan hacer otras personas sobre sus alumnos, parten siempre de cero y se forman una opinión según su propia experiencia.
- GENEROSIDAD. Van más allá de lo que se espera de ellos (más allá de las horas de clase pagadas y pactadas).
- RESPONSABILIDAD. Son conscientes del impacto de sus palabras y actitudes.
Tengo que confesar que pertenezco al grupo de alumnos tocados por la varita mágica de un profesor extraordinario. En mi caso fue la profesora de inglés de la academia en la que me inscribieron mis padres: Elsa. ¡Qué ilusión ponía! Se desvivía por nosotros, deseaba que nos sintiéramos especiales, nos quería y nos hacía ver que nuestros éxitos eran los suyos. Nos presentaba todas las actividades de clase como si fuera el chef que explica cómo ha preparado el plato más revolucionario de su carta. Era la paciencia y la humildad personificadas. Si no sabía una respuesta, lo reconocía y la buscaba.
Obviamente estas características no solo contribuyen a la generación de profesores extraordinarios, sino que convierten cualquier profesional correcto en una persona que se sale de la norma. El amor por lo que haces te hace sentir vivo, se contagia y genera una ola de pasión que toca a los que te rodean. ¿Un consejo? Ama lo que haces, haz lo que amas y, sobre todo, hagas lo que hagas, sé feliz.
¿Y tú, has tenido algún profesor extraordinario? ¡Explícamelo!
A todos los docentes: ¡gracias!