Creo que no generalizo ni exagero si digo que todos los padres del mundo desean que sus hijos tengan suerte y, por lo tanto, si es así, yo no soy una excepción. Tener suerte o no tenerla, ¿es esa la cuestión? Cuando pienso en el concepto de “suerte”, recuerdo cómo la entendía cuando era pequeña: imaginaba una varita mágica invisible que, guiada por el azar, tocaba a los escogidos. A medida que iba creciendo me di cuenta de que hay dos tipos de suerte: en primer lugar, la que viene dada por unas circunstancias concretas y por algo más, la suerte que no te sientas a esperar que venga, la que puedes llegar a provocar con tus acciones y actitudes; y después está la suerte que viene dada por el azar.
Hoy quiero hablarte del primer tipo de suerte, la que se trabaja, la que requiere algo más que azar, y lo hago porque creo que como padres y educadores podemos tener incidencia. Siempre que tengo la oportunidad de hablar con adolescentes y jóvenes, les digo: “Tengo una muy buena noticia que daros”. Y entonces veo en ellos caras expectantes, como si esperaran un regalo del cielo. Cuando les suelto: “Buena parte de lo que os pase a partir de ahora, depende de vosotros”, la expectación se transforma en decepción. Y en ese momento añado: “¿No creéis que es una muy buena noticia? A mí me preocuparía mucho más que lo que me pueda pasar a partir de ahora dependiera solo de los demás”. Estoy convencida de que como padres tenemos que ser capaces de trasladar este mensaje a nuestros hijos desde que son pequeños. ¿Pero cómo podemos enseñarles que todos tenemos la semilla de la suerte dentro y que, por lo tanto, potencialmente, todos somos afortunados?
Todavía recuerdo el día en que un libro espectacular llegó a mis manos: era un libro de crecimiento personal. Mi experiencia con este tipo de libros es que suelen ser un compendio de muchos consejos que a menudo son difíciles de poner en práctica, por lo menos en su totalidad. Pero te aseguro que en este caso no fue para nada así, porque en lugar de anécdotas personales y consejos, me topé con un cuento. ¡Qué manera más bonita de hacer llegar a los adultos un mensaje potentísimo! Aquel libro explicaba, a través de la historia de un mago y dos caballeros, que todos nosotros podemos ser creadores de circunstancias para tener suerte. La lectura, además de agradable, fue fácil y muy amena, y la huella del mensaje, clara y contundente. Me sorprendió gratamente que un concepto tan abstracto como la suerte se pudiera explicar mediante un cuento tan sencillo que incluso un niño lo podría entender. Decidí que tenía que probarlo. Quería ver si aquel cuento con criaturas fantásticas podía llegar también a mis hijos de 3 y 6 años y marcarlos como me había pasado a mí.
Y así fue como durante unos días este libro se convirtió en el cuento de antes de acostarse. Es difícil que mi hijo, que por entonces tenía solamente 3 años, pudiera entender el mensaje, pero mi hija, que tenía 6, sí comprendió que la Buena Suerte es un tapiz que se va tejiendo día a día, momento a momento, con cada pequeño gesto y, sobre todo, con mucha actitud.
No me cansaré nunca de repetir que nosotros podemos ayudar a nuestros hijos a tener buena o mejor suerte. Quizá estás pensando que es difícil abordar un concepto tan intangible como la suerte con niños y niñas, pero te animo a que empieces leyéndoles este libro. Estoy segura de que capítulo a capítulo, igual que me pasó a mí, abriréis espacios de conversación de calidad sobre cómo nosotros mismos podemos ser creadores de nuestras circunstancias, de nuestra propia suerte. Es fácil encontrar paralelismos entre los retos que tienen que superar los protagonistas del cuento y las situaciones que afrontan nuestros hijos en su vida cotidiana. Ayudar a nuestros niños y niñas a vivir con actitud, a coger las riendas de su vida, es el mejor legado que les podemos dejar. ¡Que tengáis Suerte!
- El libro: La buena suerte, de Álex Rovira Celma y Fernando Trías de Bes. Empresa Activa.
- También te recomiendo: Los siete poderes, de Álex Rovira Celma. Empresa Activa.