Desde hace cuatro años, el 24 de enero se conmemora el Día Internacional de la Educación, así lo estableció la Asamblea General de las Naciones Unidas. Me sorprende mucho que solo haga cuatro años que se celebra, pero si esto sirve para poner el foco de atención en el papel que puede ejercer la educación en la paz, el desarrollo global y la lucha contra la pobreza, ¡bienvenido sea!
La educación es un derecho y también es la clave para el desarrollo y el crecimiento personal. Por eso, el acceso a la educación tiene que ser universal y de calidad, premisas que hoy en día están a años luz de conseguirse en muchos lugares del mundo. Acciones como la celebración del Día Internacional de la Educación ponen de manifiesto la necesidad de trabajar hacia un objetivo común, y la importancia de generar un debate productivo que nos lleve a encontrar soluciones reales y realizables.
El lema de la celebración de este año, “Cambiar el rumbo, transformar la educación”, viene descrito en el informe global de la UNESCO sobre “Los futuros de la educación”. Y lo explican muy bien: “transformar el futuro de la educación requiere volver a encontrar el equilibrio en la forma que tenemos de relacionarnos, con la naturaleza y con la tecnología que impregnan nuestras vidas, que nos da oportunidades innovadoras”, pero que también plantea problemas de inclusión.
Por una transformación real
Es cierto que actualmente todavía hay mucho trabajo por hacer para que la educación llegue a todos los sitios del mundo, lugares en los que hoy en día la educación todavía no es accesible y donde los niños la reciben con más ilusión porque para ellos supone un haz de luz hacia un futuro más alejado de la pobreza en la que están inmersos. Aparte de llegar a todos esos lugares, tendríamos que aprovechar y hacer que esta educación sea significativa; no les exportemos el modelo que todavía hoy reina en los mal llamados países desarrollados.
Como docente, he experimentado de primera mano la frustración de ver cómo muchos alumnos se quedaban por el camino con un método tradicional de enseñanza del inglés y me di cuenta de que hacía falta una nueva manera de enseñar la lengua que fuera relevante para ellos. Como pedagoga, he observado que el fracaso escolar en los centros educativos es, desgraciadamente, demasiado alto. Me preocupa que el método de enseñanza de nuestras escuelas no sea el más adecuado y que esté dejando escapar mucho talento, porque en general no está adaptado a los tiempos actuales ni tampoco a las diferencias. Es cierto que lentamente se va extendiendo una nueva forma de enseñar; cada vez escuchamos más conceptos como aprendizaje cooperativo, consecución de competencias básicas, evaluación formadora o enseñanza inclusiva, ¿pero estamos atendiendo realmente las diferencias en el aula? Parece que el objetivo pase por tener todos los alumnos cortados con un mismo patrón y estoy segura de que nos estamos dejando mucho potencial por el camino, alumnos con niveles de creatividad o sensibilidad diferentes de la mayoría; personas que no solamente aportarían mucho valor, sino de las que también podríamos aprender muchísimo. No obstante, para que esto suceda, hay que cambiar el enfoque general de la educación y, concretamente, sus objetivos y parámetros de evaluación. Está claro que el sistema no permite que todo el mundo destaque en aquello para lo que está dotado, porque quienes aportan puntos de vista diferentes, porque sienten y aprenden de forma diferente, no acaban pasando por el cedazo establecido. Por lo tanto, todo aquel que no pasa por este filtro existente corre el riesgo de quedarse atrapado en el saco del fracaso escolar.
Siempre he pensado que aprender con sentido es un derecho fundamental para todos los niños y niñas. Si fuéramos capaces de dar sentido, significado, a todo lo que queremos que aprendan, los resultados del aprendizaje serían muy diferentes, sencillamente porque entraría en juego la motivación. ¿Qué motivación puede tener un estudiante que está aprendiendo a dividir si no entiende la utilidad real que tiene dividir para él mismo, por ejemplo?
Durante un viaje tuve la oportunidad de visitar el proyecto The Green School de Bali. Su principal objetivo es ayudar a formar personas completas y lo hacen con un currículum escolar que ellos mismos han llamado living (vivencial) y un aprendizaje holístico enfocado hacia la sostenibilidad y el emprendimiento. La clave de The Green Shcool es que crea una necesidad que da sentido a aquello que tienen que aprender los niños porque, al fin y al cabo, si el conocimiento no llega a concretarse en algo que se puede poner en práctica, no sirve de mucho. Si os apetece saber más sobre este proyecto, os recomiendo que miréis este vídeo.
La educación es cosa de todos
Los adultos somos los primeros referentes de nuestros hijos y de nuestros alumnos; depende de nosotros que este referente sea positivo y transmisor de valores como el esfuerzo, la constancia y la empatía o que pasemos por su vida sin pena ni gloria. Nuestro deber pasa por ser un ejemplo a seguir para las generaciones que vendrán, hacer que los niños vean en nosotros las personas adultas que querrían ser, y no es una tarea fácil.
Para enseñar diferente es vital formar los futuros profesores de otra manera, poniendo el foco en el alumno, en las diferencias y en una educación vivencial y significativa. Por suerte, esto ya se está empezando a hacer. Los docentes tenemos que ser capaces de sacar el máximo potencial individualizado de las personas, acompañarlas hasta donde ellos quieran llegar. Siento que tenemos que dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para que ellos mismos desplieguen todo su potencial humano y que sean capaces de aportar al mundo todo su conocimiento y talento.
Desde Kids&Us tenemos muy claro cuál es nuestro camino y trabajamos para ofrecer a nuestro alumnado unos contenidos coherentes y significativos con los que se puedan identificar y que complementen aquello que también han ido aprendiendo en otros entornos, como la escuela o la familia. Nuestros profesores, guiados por nuestro método, se esfuerzan para hacer que el aprendizaje dentro de nuestras aulas sea relevante para el alumno, perdurable y útil en su día a día.
¡De todos depende que la conmemoración del Día Internacional de la Educación no sea una simple anécdota!