No falla, se acaba el año y son todo prisas. Prisas para tachar como realizados los propósitos que nos marcamos hace justo 12 meses, prisas para encontrar los regalos adecuados, prisas para escoger el menú de Navidad… ¡Prisas, prisas y más prisas! Párate un momento a pensarlo; seguro que todo esto es lo contrario de lo que te habías propuesto para este año: saborear cada instante, vivir poco a poco, dedicarte más tiempo, ver más a tus seres queridos, leer más, hacer más deporte… En definitiva, vivir más.
Sin embargo, la vida es caprichosa y nosotros somos animales de costumbres. ¿O es que no nos pasa lo mismo cada año? La pandemia dio la vuelta a nuestro mundo como un calcetín, nos adaptamos a un nuevo modelo de vida, pero, en cuanto hemos podido y posiblemente sin darnos cuenta, hemos vuelto al estilo de vida anterior y a las prisas… ¡no aprendemos!
A ver si resulta que el slow life es solo una quimera, un sueño imposible de hacer realidad. Quiero pensar que no, y lejos de tener la respuesta absoluta para conseguir vivir sin tantas prisas, puedo compartir lo que yo hago para bajar el ritmo cuando siento que todo va demasiado rápido.
Aquí tienes mis 5 trucos infalibles para dejar las prisas de lado:
1.- Hacer una sesión de yoga. A veces cuesta ponerse las mallas, pero cuando te mueves, lo agradeces; ¡no hace falta que te lo diga!
2.- Un café, un té o una infusión con una amistad de las de siempre.
3.- Leer una buena historia. Encontrar un libro que te enganche, y que te haga volar a otros mundos es pura magia.
4.- Pasear por la playa, por la montaña, por el parque, el jardín… por donde sea, pero pasear. Hacerlo nos carga el alma y nos ayuda a frenar y a poner orden a los pensamientos.
5.- Y, por último, embobarse. Y te preguntarás “¿embobarse?”. Sí, embobarse. No está bien visto no hacer nada, lo sé, pero hay momentos en los que lo único que necesitas es embobarte, o incluso aburrirte.
Aplicando todos estos consejos, consigo disfrutar más de mi día a día y de las personas importantes que me rodean. El paso del tiempo es inevitable y, si no, fíjate en cómo crecen los hijos, va todo tan rápido... Aunque siempre intento aprovechar al máximo los ratos que paso con los míos, la Navidad nos brinda el tiempo que a lo mejor nos falta el resto del año. Es época de pasarlo bien con nuestra familia, de compartir momentos juntos, de recordar cómo eran las fiestas cuando eran pequeños. A los que tenéis la suerte de vivir la magia de la Navidad con niños pequeños en casa, os animo a disfrutarlo al máximo y a los que ya los tenéis más mayores, como es mi caso, paciencia y mucho amor. Los recuerdos que construyamos ahora también serán parte de sus vidas, llenarán su mochila emocional y quién sabe si estos recuerdos les servirán si algún día forman su propia familia.
En definitiva, deja que el espíritu navideño entre en tu casa, poco a poco, sin prisas y disfruta de cada instante.
¡Felices fiestas y feliz año nuevo!