Si lo recuerdas, hace un par de entradas te comenté que un día decidí cambiar de planes para escuchar la voz interior, la del talento latente, que me alejaba de la ingeniería y me conduciría a aquello que realmente me podía hacer feliz: los idiomas y en concreto el inglés.
Ha llovido mucho desde que tomé aquella decisión hace ya 30 años. Llegar donde estoy ahora no ha sido fácil, y no ha sido la única consecuencia de hacer lo que me decía el corazón en aquel momento. Cambiar de carrera fue una de las decisiones más difíciles de mi vida y tuve que escuchar comentarios de todo tipo. En el colegio mayor convivía con futuros médicos, economistas, ingenieros… Y también con sus bromas y comentarios, en ocasiones de mal gusto. Incluso me habían llegado a decir ¡que mi carrera la regalaban con tapas de yogur! (Estoy segura de que no soy la única que lo había escuchado.) Es evidente que para sacarse una ingeniería hay que tener, como mínimo, inteligencia matemática, pero eso no significa que todos los demás seamos bobos. Tenemos que deshacernos de los prejuicios que dicen que las carreras de ciencias son para los inteligentes y las de letras para los demás. De hecho, actualmente se habla de las inteligencias múltiples, cosa que nos podría llevar a otro debate que no es el tema que nos ocupa hoy.
En un mundo ideal, elegir una profesión que te ayude a sentirte realizado, más allá del estatus o de las consecuencias sociales que resulten de tu decisión, tendría que ser la tónica. Estoy completamente segura de que, si todo el mundo hiciera lo que mejor sabe hacer, y que además le hace feliz, de ello se derivarían muchísimos beneficios para todos. Te lo ilustro con tres casos muy concretos y diferentes entre sí:
- Imagínate a un médico que solo es médico por el prestigio y el estatus que van asociados a su profesión, ¿le confiarías tu salud?
- No me negarás que te horrorizaría pensar que los años más fértiles del aprendizaje de tus hijos están en manos de alguien que decidió ser maestro únicamente para poder disfrutar de unas largas vacaciones de verano.
- ¿Qué futuro tendríamos con un político que solo se moviera por el afán de poder personal en vez de priorizar la vocación de servir al pueblo que lo ha elegido y le paga el sueldo?
Volviendo a mi historia personal, cada vez que me encontraba con según qué comentarios, mi respuesta siempre era la misma: “No seré una simple profesora de inglés, ¡seré la mejor profesora de inglés!”. No quiero decir que lo haya logrado, pero llevo años aspirando a ser la mejor y luchando para conseguirlo. Me he dado cuenta de que la felicidad no está tanto en alcanzar el objetivo que te propones como en el proceso. Sé que no he descubierto la rueda, pero no hay día que no me sienta inmensamente afortunada por dedicar mi jornada laboral a lo que amo. Y no hace falta decir que la culminación es ver que los que un día fueron niños en Kids&Us se están convirtiendo en adultos, que su inglés ha crecido tanto como ellos y que gracias a él serán más libres para conseguir todo lo que se propongan.