Hace unas semanas leí una entrevista a Eva Millet, creadora del concepto de hiperpaternidad y me apetece hablaros sobre ella. La verdad es que celebro ver que cada vez se habla más de la sobreprotección que algunos padres ejercen sobre sus hijos. El mero hecho de leer artículos, post y libros que hablen sobre el tema, o simplemente oír hablar de ello, nos invita a reflexionar sobre qué tipo de padres son.
No es la primera vez que te hablo de ello y, conociéndome como me conozco, seguramente no será la última. Puedo afirmar que estoy de acuerdo con el 90% de lo que dice Eva Millet en la entrevista, sobre todo cuando dice que los padres no tendrían que resolver los problemas de los hijos, que posiblemente los acompañan en exceso en las obligaciones escolares y que además interfieren demasiado en ellas, y en ocasiones incluso entorpecen la tarea de los docentes. Pero hay uno de los aspectos que trata Eva que me gustaría comentarte: el tiempo libre.
¿Qué es el tiempo libre? Soy una gran defensora de la idea de que los niños tienen que tener tiempo libre, y que tienen que tener más del que tienen ahora, pero debemos diferenciar entre tiempo libre de calidad, que puede tener y tiene unos beneficios espectaculares en los niños, y el de poca calidad, que puede llegar a ser altamente nocivo.
Cuando mis hijos eran pequeños, el tiempo libre de calidad consistía en:
Pero también estaba el otro tiempo libre, el de “poca calidad”, que solamente consistía en mirar la televisión o vídeos, que afortunadamente en aquellos tiempos no eran portátiles ni móviles.
Hoy en día estamos enfermos de dispositivos y es muy fácil ver cómo algunos niños malgastan sus ratos libres con la mirada fijada en las pantallas. Hasta he llegado a ver una invitación de cumpleaños de algún niño que invita a sus amigos a pasar la tarde jugando al último juego de la Xbox… ¡Esto me aterroriza!
Entiendo que la alternativa a las pantallas comporta poder estar con los niños, tener paciencia y mucha energía para seducirlos para que abracen otras opciones de juego y entretenimiento. Teniendo en cuenta que ahora no es fácil que los niños jueguen solos en la calle, creo que el objetivo pasa por enseñarles que hay vida más allá de los dispositivos móviles.
En mi caso concreto, cuando mis hijos eran pequeños, trabajaba hasta pasadas las 9 de la noche, y no me tocó más que llenarles la agenda de actividades extraescolares, algunas más lúdicas y otras más académicas. Dejé que explorasen opciones que podrían acabar siendo sus hobbies como el deporte, la música y el arte; y otras como los idiomas y las matemáticas. No es fácil, supone un esfuerzo muy grande para las familias, pero si miro atrás no me arrepiento de lo que hice. Tenía muy claro que quería evitar como fuera que se pasasen la tarde mirando la tele y lo conseguí.
Actualmente tengo dos hijos adolescentes que ocupan su tiempo extraescolar en actividades que ellos mismos han escogido y que forman parte de su tiempo de ocio. Eso sí, siguen haciendo inglés, porque si bien para nosotros el fútbol es negociable, ¡el inglés no lo es!
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